La espiral de la sinrazón volvió a ganar las calles de Corrientes tras las decisiones judiciales que la gente no entiende, porque simplemente no responden a su expectativa de justicia. La cuestión de los ocupas y su falta de reflejos para contener y evitarlos, y las decisiones apresuradas de una jueza, transformando en victimarios a las víctimas del trágico derrumbe, que amenazan con dejar impune la tragedia, abrirían las tapas de la Caja de Pandora, con impredecibles consecuencias sociales y políticas. El desborde de conflictos sin resolver, incluido el de la inseguridad, hacen que la Justicia correntina esté al punto del colpaso, perdiendo su credibilidad ante la sociedad, que esperaba de ella la garantía de la paz social.
Si bien la Justicia debe sustraerse a las pasiones y solamente ser guiada por el derecho en un estado que se tilde de tal, la realidad la ha superado, y la ha dejado sin su brazo ejecutor: los ocupas se mofan de ella y siguen invadiendo terrenos, aún cuando se blanden títulos de propiedad y argumentos jurídicos: la necesidad de viviendas y las avivadas superaron los escollos, como lo hicieron con los cercos policiales impuestos por los jueces.
De la misma manera, una marcha que culminó endilgando a una jueza sus supuestos errores, haciendole padecer el escrache, como así también a los incupados como responsables de la obra que se derrumbó, desnudó que cuando la justciia no llega, llegan los personeros de la violencia a hacerla por mano propia, abriendo una instancia que no se sabe como puede terminar.
Todos saben que si no hay una respuesta rápida, la gente los pone al mismo nivel a los jueces que a la clase política. La corporación judicial se arrinconó, y con el sartén por el mango, sabiendo que puede ganar en los tribunales, arremetió contra las abogadas instigadoras de las marchas y las puso como victimarias, habiendo sido víctimas de los atropellos en sus propias casas con sucesivos daños en sus propiedades por obras construidas sin responsabilidad.
Pero eso no sería tanto, si no se hubieran tomado las medidas de llevar a prisión por encabezar escraches, en una lectura que hace la gente y que se inclina siempre por el más debil. Para los familiares la arremetida judicial es una denegación de justicia, que ellos avizoran cuando saben que se les va a dejar impune la muerte de sus obreros.
El informe de los peritos han sido categóricos, y dejan sin culpa a los constructores, por lo que es muy probable que queden libres definitivamente. Siempre y cuando no cumplan con su palabra lo que dicen por lo bajo los familiares: tomarán justicia por mano propia. Y allí es donde se abre la caja de Pandora: los vientos que de allí salgan sólo un estado de derecho real los puede contener.
El drama es que la justicia ya no tiene el poder, el económico que lo puede sustentar, y el político que se arroga, no puede ser sostenido en el tiempo cuando ha perdido fuerza moral ante la ciudadanía.
Un poder judicial inmoral no puede ser respetado, y siendo la justicia la garantía última de los derechos de una ciudadanía, al haber perdido su razón principal , deja abierto a que los vientos soplen anárquicamente.
Por ahora, es muy difícil que los familiares se queden de brazos cruzados viendo pasar las órdenes judiciales. El odio que han generado con las medidas, lícitas o no, puede desatar cualquier reacción sin razón. Y es allí donde la corporación judicial ha mostrado sus grietas.
La confianza en la justicia es una cosa, pero la confianza en los jueces ya no existe. Han quedado al mismo nivel que los políticos en sus peores momentos. Mientras no haya una fuerte reforma judicial revertir ello será imposible. La corporación cruje y blande la espada, pero no mide las reacciones de una sociedad que ya le dio la espalda.
Sábado, 25 de agosto de 2012