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Narváez es historico
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Domingo, 8 de febrero de 2009

El reto de superar a Carlos Monzón, la lección boxística que hubiera enorgullecido al fallecido ídolo de Santa Fe la logró en medio de una fiesta en Puerto Madryn. Golpeó a Rayonta Withfield de todas las maneras posibles, lo aniquiló con combinaciones y como cereza del postre, noqueó técnicamente en el décimo.


No hay oficio que valga cuando la presión de todo un estadio, recorre cada parte del cuerpo y se deposita en la cabeza con el efecto de un martillazo. Rayonta Withfield debe haber experimentado esa pesada sensación de sentirse “visitante” cuando la multitud vivó la entrada triunfal de Omar Narváez.

No hubo demasiados lugares libres en el Nuevo Palacio Aurinegro, teatro mundialista por tercera vez. Y si la condición de ídolo se mide por la taquilla o el poder de convocatoria, es indudable que el “Huracán”también aprobó esta materia.

Más bajo, pero campeón. Omar entró ganador desde el vestuario. Cualquier desinformado hubiera detectado fácilmente quien era el dueño de la corona. Con esa postura, intimidante, el trelewense se sacó el récord de la cabeza y sacó a relucir, su librito táctico a rajatabla.

Al “Mantarraya” no le fue fácil jugar su mejor carta. Los brazos largos no pesaron en los primeros minutos, ya que el eje de la acción fueron las piernas veloces del argentino que primereó en base a su velocidad.

Las derechas partieron como destellos, sin que Withfield pudiera contrarestar. En cada pasaje que Narváez logró el achique, no faltaron las combinaciones, ni una extrema puntería del campeón mosca.

Como suele hacerlo, Omar “scaneó” a la perfección el planteo que intentó el yanqui y pareció adelantarse a las circunstancias. Nunca dio blancos fijos, le puso un candado a la defensa y desairó a Withfield con su cintura.
Cuando el retador quiso romper el esquema, terminó siendo víctima de una contra encendida.

Peleando en su salsa, inteligencia por sobre todo, el rey mosca no dejó dudas en los dos primeros capítulos. El retador salió dispuesto a “apurar” y a tomar riesgos y fue ahí cuando se expuso, víctima de la mejor técnica de su ya agrandado oponente.
Narváez fortaleció su dominio mientras la pelea se escapaba de cualquier lógica: Withfield no prosperaba en ataque y quedó desairado más de una vez, con los pasos laterales, casi de ballet. Aún excento de pegada, una virtud no siempre necesaria –quedó claro- el chubutense dejó entrever que llegaba y lastimaba.


Como en el teatro, la función del campeón se disfruto de pie, con las palmas enrojecidas de tanto aplauso. Primero Narváez, después Narváez y de postre, Narváez.

Rayonta se ganó unos silbidos extras por avanzar con la cabeza adelantada en el cuarto, cuando en el ring parecía que sólo había lugar para uno. Y con el match ya entrado en temperatura, el argentino cortado y foules no siempre advertidos por el referee Viruet, el título del mundo se puso hot.

El argentino cambió el aire en el sexto pero devolvió cada embestida de Withfield con descargas de una, dos y hasta tres golpes. Cada uno viajaba con pasaje de ida al rostro del yanqui, burlado casi cada vez que pretendía ejecutar.

El descuento de un punto sufrido por otro cabezazo malintencionado en el séptimo reflejó la impotencia del clon de Tommy Hearns que cuando intentaba avanzar, carecía de convicción. Los brazos largos, la estatura ya eran cosa del pasado. Omar Narváez lo simplificó con un boxeo catedrático, lleno de luces, de guantes y bastón.

El octavo fue un martirio para Withfield. Al segundo menos uno por un codo al límite, le agregó una paliza que puso a prueba su coraje. El campeón lo conectó a fondo y sus piernas gelatinosas dejaron de darle sustento. Nada que hacer, irreversible final.

El árbitro americano decretó el “no va más” cuando el estadio era un puño apretado y Omar Narvaéz ya viajaba por los aires en los hombros de sus hermanos. Su boxeo exquisito, la dosis de guapeza que todo hombre de ring debe tener y en especial, la fe en sí mismo lo pusieron en el lugar que la historia le tenía reservado.

Con el nocaut técnico (53 segundos del décimo) se terminó de meter a la gente en el bolsillo; regaló lo que sus fanáticos esperaban y sobre todo, cumplió al pie de la letra con el abecé de los grandes. Habló poco y pegó mucho para alcanzar a un campeón que parecía inigualable y sueña en grande, pensando en las bolsas que vendrán y en la unificación que hará aún más grande su leyenda.


Domingo, 8 de febrero de 2009

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