Nueva York (24-9-25): Como es tradición en cada apertura de la Asamblea General de la ONU, los presidentes de Brasil y de EE.UU. se suceden como los primeros en tomar la palabra. Pero pocas veces, como en esta ocasión, los discursos de ambos mandatarios resultaron tan frontalmente contradictorios.
Por Emir Sader
Desde Río de Janeiro
Lula habló no sólo como presidente de un país hoy importante en el mundo. Lo hizo en nombre del Sur global, de esa gran mayoría de la humanidad. Defendió la prioridad de la lucha contra el hambre en el mundo, que golpea a más de 700 millones de personas. Reclamó la solución pacífica de los conflictos bélicos en el mundo, con especial énfasis en Gaza. Defendió la democracia y la soberanía, como cuestiones innegociables, y alcanzó incluso a mencionar a los Brics.
Donald Trump, por su parte, habló como si el discurso y el lugar de EE.UU. en el mundo no hubieran cambiado tan radicalmente bajo su gobierno. Defendió los intereses egoístas de su país, como si su retórica pretendiera representar los intereses y las visiones de gran parte del mundo, como ocurrió en el pasado reciente.
El mismo presidente estadounidense reformuló la política interna e internacional de su país y, así, perdió la capacidad hegemónica que tuvo durante varias décadas.
Los dos discursos representan la disputa actual en el mundo entre dos visiones distintas y radicalmente contradictorias. La diferencia es que, mientras EE.UU. bajo Trump parece haber renunciado a su papel hegemónico, enfocándose en intereses tarifarios específicos, Lula se proyectó como el representante del Sur global.
Sin embargo, como consecuencia paradójica, Lula y Trump se cruzaron en los pasillos, se saludaron, se abrazaron, y, según Trump, acordaron encontrarse la próxima semana. Un objetivo importante para Lula, que busca defender los intereses de Brasil frente a la política arancelaria de Estados Unidos, a la que condenó en su discurso.
Lula reiteró en su intervención todas las posiciones que ha sostenido desde hace mucho tiempo, en contraposición a todo lo que ha afirmado Trump, incluida la mención al genocidio en Gaza, y la complicidad de Estados Unidos. Lula sabe que la referencia a los Brics es uno de los temas que más incomodan a Trump, especialmente en lo relativo la desdolarización.
Entre los efectos del entendimiento de Trump y Lula está la derrota de Bolsonaro y de los bolsonaristas, que han tratado de intensificar medidas del gobierno de Estados Unidos en contra de miembros del gobierno brasileño. Paralelamente, Eduardo Bolsonaro, hijo de Bolsonaro, enfrenta un proceso avanzado en el Congreso brasileño, que podría terminar en una condena y la pérdida de su mandato como legislador.
Habrá que ver qué ocurrirá en el encuentro programado entre Lula y Trump, previsto para la próxima semana. Si será una reunión presencial, dónde se hará, y qué tipo de acuerdo podría surgir. La preocupación de Lula no es acercar posiciones políticas, sino intentar disminuir la ofensiva de medidas de la administración republicana en contra de miembros del gobierno. Lula siempre se preocupó por separar las medidas económicas del gobierno de Trump del proceso judicial contra Bolsonaro, objetivo que Lula parece estar en vías de obtener.
Los discursos en Naciones Unidas propiciaron así una vía de acercamiento, no en las posiciones, pero por lo menos en las relaciones entre ambos mandatarios.
Miércoles, 24 de septiembre de 2025