Corrientes (2-10-25): Vialidad Nacional informó que las reparaciones del Belgrano se extenderán hasta mediados de octubre tras desprendimiento de rampa. Mientras tanto, la política argentina parece mirar hacia otro lado. Los gobiernos nacional y provinciales se alternan en la gestión de anuncios y parches, pero nunca avanzan en un proyecto serio de refuerzo estructural ni en la construcción de un segundo puente, que desde hace 30 años aparece en discursos y carpetas, pero nunca en la realidad. Lo más grave es que nadie garantiza la seguridad estructural del viaducto. Si el Morandi en Italia colapsó, ¿por qué su mellizo en el Litoral no podría correr la misma suerte?
El puente General Manuel Belgrano se mantiene a diario como epicentro del malestar ciudadano. Una vez más, las interminables filas de autos y camiones marcaron la rutina diaria de quienes deben atravesar el viaducto que une Corrientes con Resistencia. Y ahora, la confirmación oficial de que las obras de reparación se extenderán por lo menos hasta el 15 de octubre no hizo más que sumar preocupación.
La explicación de Vialidad Nacional es que durante los trabajos de recambio de las juntas de dilatación -elementos clave para el funcionamiento de la estructura- se produjo la rotura de bulones y el desprendimiento de una de las rampas metálicas que se habían instalado para garantizar el tránsito parcial. Ese imprevisto obligó a redoblar las tareas y, con ello, a prolongar el cronograma de intervención.
El resultado se ve en forma permanente: colas interminables, demoras de horas, choferes agotados y un tránsito colapsado en horarios pico. La postal se repite cada día y expone la fragilidad de una infraestructura que se ha transformado en el cuello de botella del Litoral argentino.
A esta situación se suma un problema mayor: el sobrepeso diario que soporta el Puente. Concebido en los años ‘70 para un tránsito estimado de 5.000 vehículos por jornada, hoy lo cruzan más de 21.000 autos y camiones, muchos de ellos con cargas que superan las 40 toneladas. Esa presión no estaba contemplada en el diseño original y genera un desgaste acumulativo en la estructura.
La falta de planificación es tan evidente que ni siquiera se dispuso un horario diferencial para la circulación de camiones, como reclaman usuarios y especialistas. De este modo, cada jornada se repite el mismo cuadro de congestión, con filas que se extienden por varios kilómetros y convierten al cruce en una odisea.
EL MELLIZO GENOVÉS
Pero lo más alarmante es la advertencia de fondo. El ingeniero civil Jorge Bernal, docente e investigador chaqueño fallecido en 2020, había alertado en múltiples conferencias y escritos que el Belgrano mostraba síntomas de agotamiento estructural similares a los que presentaba el puente Morandi de Génova, colapsado en 2018 con un saldo de 43 muertos.
Bernal fue categórico hace unos años y que ahora se rescataron sus expresiones: "El puente Belgrano es un huérfano, sin protocolos de emergencia ni planes de seguridad". En su análisis señalaba años atrás la aparición de fisuras visibles, corrosión en las armaduras, fatiga en el hormigón y falta de mantenimientos periódicos.
El paralelismo con la tragedia italiana no es un recurso alarmista. Ambos viaductos fueron concebidos bajo criterios de diseño del ingeniero Riccardo Morandi, que en su momento prometía obras "eternas" gracias al hormigón pretensado, pero que hoy se sabe tienen una vida útil limitada a unos 70 años. El Belgrano, inaugurado en 1973, ya superó el medio siglo.
El único trabajo de envergadura que se le realizó fue el reemplazo de tensores en 1987. Desde entonces, nada más que reparaciones menores y un creciente abandono en su cuidado. Los impactos de barcazas -once en total- contra sus pilares y defensas fluviales tampoco recibieron soluciones de fondo, quedando a la vista desplazamientos y daños nunca estudiados con tecnología moderna
Jueves, 2 de octubre de 2025