(18-3-14): Así como todo un proyecto de reforma constitucional, se puede encapsular en la reelección de una persona (porque lo plantean quiénes no deben plantearlo, en los ámbitos que tampoco deberían plantearlo), la indispensable reforma electoral (con reforma de la carta magna o no) debería tratar por ejemplo la representatividad de la que carece uno de los departamentos más grandes de la provincia, y lo decimos con el ejemplo concreto para que se entienda bien, sin que eso signifique que solo se trata de esto, pues también podría acompañársele el regreso (versión mejorada obvio) del colegio electoral, las primarias abiertas y simultáneas provinciales, la boleta única y el voto electrónico.
La sobreabundancia de abogados en la esfera política, hace que ciertos leguleyos en espacios políticos quieran entronizar los principios jurídicos en el campo de la política. Nada más contrastante en el ámbito del manejo del poder que uno de los principios de la abogacía en cuanto a “Primero en el tiempo, primero en el derecho”.
Pero claro no se le puede pedir mucho a estos tipos que obligados por férreos mandatos familiares se recibieron, sin ejercer la profesión nunca, y tras llegar o coronar en “política” quieren aplicar aquello que tanto les ha costado en sus épocas de estudiantes. Como ya tienen a sus padres enterrados, entonces suplantan la figura paternal por la de un pope, sintiendo un resquicio de culpa por cobrar las cifras siderales que cobran, deciden aportar o contribuir desde el lado que conocen, pero claro conocen desde la obligatoriedad del estudio que le impusieron, agravándose el cuadro, cuando no dan cuenta que no están en el mundo jurídico sino en el político.
Esta es la explicación por la que algunos, afectados por esta especie de eyaculación precoz política o confusión adolescente, les regalaron, a quienes tampoco tienen más nada interesante que decir, que la oposición por la oposición mismo que esta definición de julio vernista (por la vuelta al mundo en 80 días) del globo de ensayo.
Porque para ser opositor no basta con el no, hasta incluso, si alguno tuviese una inteligencia promedio, podría especular con apresurar la intentona reformista, presentar en la legislatura la necesidad de la misma, ganarle de mano al oficialismo en el manejo de los tiempos, y ganarle la elección en la constituyente (imagínense si el gobierno provincial pierde la constituyente, habrá perdido todo el poder, años antes de cumplir su mandato, sin tener la posibilidad de continuar el proyecto con nadie) pero esto que estamos planteando, es demasiado para quiénes en el mejor de los casos, se preocupan si el alumbrado público sufre desperfectos los sábados a la noche, y si las cuadrillas del organismo pertinente no van a repararlas.
Ni que decir que imiten a Alfonsín, quien jugando con la necesidad de Menem, le brindó a la Argentina una reforma de la Constitución que nos introdujo en los tiempos modernos de la institucionalidad (al menos nominal), dando un salto innegable en nuestra calidad democrática.
Pero esto mismo lo puede hacer la ciudadanía, ya que no lo hacen sus representantes políticos, y uno de los aspectos centrales, al menos para nosotros, es la modificación necesaria e indispensable de la cuestión electoral.
Tenemos toneladas de papeles y ríos de palabras, argumentando acerca de la gravedad en que ha caído la representatividad política, esto que se inicia en lo electoral, cuando los sellos de goma que se llaman partidos, juntan fichas de afiliación truchadas, para que no más de 30 vivos, se sienten con los 2, o a lo sumo 3 tipos de más poder en esa circunstancia electoral, y se repartan entre parientes, amigos y testaferros, esa representatividad en la legislatura y en los concejos deliberantes. Para que en las urnas, o en los cuartos oscuros y abotagados de boletas del color y de la calidad de un papel higiénico, la gente, el electorado, en una gran mayoría, estimulada por la prebenda de la bolsa de mercadería, del dinero en efectivo, o del puesto o la mejora laboral, termine consagrando a “sus representantes”.
Uno de los aspectos, de los más básicos a mejorar, ni siquiera el plantear un límite a la reelección legislativa (de ambas cámaras y de los concejos) o nulidad para evitar el nepotismo al menos en una misma lista, es precisamente uno que está de moda, entre nuestros políticos, lo que llaman federalismo, o esa jactancia cuasi heroica que mención como gesta en discursos oficiales y en medios de comunicación.
Nos hacen creer que el federalismo es sesionar en un paraje, es recorrer la geografía provincial 34 veces al año, y quizá lo sea pero como condición necesaria no suficiente.
Para muestra basta un botón, además de no querer ser tan extensos y de no entender como esto no se ha planteado antes por parte de la clase política del interior, que es precisamente el disparador que llevamos como título.
Evitaremos mencionar cómo funcionan los sistemas representativos, no en otros países, sino en provincias de nuestro país, no tan lejanas, sino vecinas como Santa Fé, dejando en claro, que además este debería ser el verdadero impulso de una reforma, sea constitucional o no, que este contemplada la reelección o no del gobernador, pues esto es lo principal, lo que se habla y los que hablan, es precisamente de lo accesorio, de lo secundario, de lo circunstancial, que como casi siempre confunden con lo importante.
No sólo necesitamos una reforma electoral, para discutir si precisamos una ley de internas abiertas provinciales, que establezca boleta única, voto electrónico, que defina un nuevo sistema electoral, que no sea el del balotaje (que al ser tan directo “afianza” el bolsazo de mercadería), contemplando el colegio electoral en una versión mejorada, o tantos temas indispensables, que se podrían discutir, teniendo como referencia, este aspecto concreto, que ganaríamos en calidad institucional, al tener por ejemplo en nuestra legislatura un representante por secciones o circuitos que no deje sin un hombre de los pagos de un departamento tan frondoso en habitantes y tan constitutivo en nuestra historia como en este turno le toca padecer a Paso de los Libres.
Pues como vimos y como usted sabrá, los melones se acomodan solos en el camión, sin ningún criterio de mérito partidario, de idoneidad, sino simplemente por esa juntada meses antes de una elección de un grupete de talentosos; podríamos evitar la colisión de este camión melonero, introduciéndole un criterio difícil de cuestionar como el presente, que como dijimos forma parte de los sistemas electorales de muchas provincias de nuestro país, y de países vecinos que indudablemente muestran, al menos en los papeles, una mayor calidad democrática e institucional que la que podemos esgrimir nosotros, y que necesariamente es mucho más importante que los deseos, que pueden concretarse o no, de una persona para su reelección.
Comunas del Litoral
Martes, 18 de marzo de 2014