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Política Efemérides
Los 30 de abril de lucha y memoria: la historia de las rondas de las Madres, se cumplen 48 años
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Miércoles, 30 de abril de 2025

Bs. As. (30-4-25): Un día como hoy de 1977, un grupo de madres de jóvenes desaparecidos, que en un principio eran tan solo 14, resolvió marchar por plaza de mayo reclamando por la aparición de sus hijos: 48 años después siguen haciéndolo, convertidas en un símbolo de resistencia y valentía. La figura de Azucena, los inicios, el 2001 y la presencia eterna de Hebe.

Por: Gustavo Sarmiento
@GustSarmi

En un primer momento fueron 14 las mujeres que el 30 de abril de 1977 se hartaron de la búsqueda infructuosa por dependencias policiales, judiciales y gubernamentales para que les dijeran algo de dónde estaban sus hijas y sus hijos desaparecidos. Entonces transformaron el dolor en acción. Y marcharon en Plaza de Mayo.

El verbo “marchar” no es azaroso. Aunque se las conoce popularmente como “rondas”, desde la histórica titular de Madres, Hebe de Bonafini hasta el resto de las integrantes y militantes de la agrupación, el término que eligen utilizar es “Marchas”. Son mucho más que rondas, son un posicionamiento político, una demostración de vigencia, resistencia y lucha. Cobra más significado aún si se tiene en cuenta que la primera se hizo poco más de un año después del inicio de la última dictadura cívico–militar, en pleno Terrorismo de Estado. Y perduran hasta hoy.

«¿Vos venís por lo mismo que yo?»
El primer encuentro fue un sábado de inicios de abril, hace 48 años. Hebe siempre declaró que el nacimiento de las Madres no había sido en la plaza sino en la Iglesia Stella Maris de la Marina. Allí se habían juntado algunas madres, entre ellas Azucena Villaflor, para hablar con el cura castrense Emilio Graselli, secretario del vicario.

“Notaron que las estaba forreando, que les sacaba información y no les daba la info que querían, de dónde estaban sus hijos, incluso les hacía sacar los zapatos para entrevistarse con él. Lo tomaban como una burla”, relata Demetrio Iramain, poeta, periodista, autor de «Hebe y la fábrica de sombreros» y docente de Historia de la Universidad de las Madres.

Entonces a la salida, Azucena dijo: “basta, tenemos que ir a la Plaza de Mayo. Tenemos que hacer algo, juntas podemos hacer algo; pero separadas no vamos a lograr nada. Y tiene que ser en la Plaza de Mayo, donde pasaron las cosas más importantes del país”. Buscaban presentar una nota a Jorge Rafael Videla en Casa de Gobierno, empezar a hacer su reclamo ya no de manera privada en despachos de militares, políticos, obispos o juzgados, sino al presidente y en la Plaza de Mayo. Pasar a lo público.

“La escuchabas hablar a Azucena y te dabas cuenta de que sabía cómo hacerse escuchar sin gritar, sabía convencer y escuchar a los demás”, la describió Haydée Gastelú de García Buelas tiempo atrás. Ella fue una de las que estuvo en la capilla de la Marina, en Retiro. Buscaba a Horacio, su hijo secuestrado en Banfield el 7 de agosto del año anterior. Una de las otras señoras, en medio del silencio, le entregó un papel chiquito, doblado. Lo metió en su cartera, lo abrió cuando llegó a su casa. Decía. “Tenemos que encontrarnos mañana en Plaza de Mayo”. Era de Azucena.

Mirta Acuña de Baravalle, madre de Ana María, secuestrada junto a su marido y embarazada de 5 meses, declaró: “La idea era juntarnos con quienes estuvieran buscando a alguien, buscábamos respuestas y los buscábamos a ellos”. En los primeros encuentros, en bancos de la plaza, Azucena solía adoptar como estrategia sacar un tejido, para simular que charlaban. Estaban prohibidas las rees en la vía pública. En las Marchas las Madres solían llevar monederitos en la mano, no carteras, para que los militares no creyeran que podían tener armas guardadas.

Cuando fueron a la Casa Rosada vieron que no habia nadie para recibir la carta, tampoco nadie pasaba por la plaza un sábado. “Dijeron: tenemos que ir a la plaza un día de semana. Bueno, cuándo –recrea Iramain–. Empezaron a ir para atrás. El viernes. ‘No, ese es día de brujas’, dijo una madre. Bueno, entonces el jueves. Y a partir de ahí quedó siempre el jueves a las 15.30”. En un principio no era una marcha, más bien era juntarse para ver cómo podían hacer para presionar a Videla, ir a entregar esa carta, hacerse un poco visibles.

Pero semana a semana se corrió el boca en boca. Cada jueves eran dos o tres nuevas. “¿Vos venís por lo mismo que yo?”, era la pregunta repetida. Ante el número de madres que creía la policía se puso en alerta. Les dijeron ‘tienen que circular’. Y entonces ellas empezaron a caminar. Nacía la Marcha de las Madres.

María Adela Gard fue la primera que aportó un dato en medio de la ronda. Contó lo que vio su nuera, que había sido secuestrada y liberada a los pocos días: galpones con muchos chicos y chicas todos juntos.

Las convocatorias tuvieron una primera señal positiva. El 11 de julio de 1977, el ministro del Interior Albano Harguindeguy recibió a Azucena, María del Rosario Cerruti y “Ketty” de Neuhaus. Con desprecio, les contestó sobre sus hijos desaparecidos: “Tenemos doscientos o trescientos detenidos, nada más”.

Ganar el centro de la plaza con las rondas
A las ausencias hay que llenarlas con acción. Los primeros encuentros no fueron en cercanías a la Pirámide, sino frente a la Casa de Gobierno, alrededor del monumento de Belgrano. De a poco, mientras crecía el grupo a la par del hostigamiento policial, fueron corriéndose al centro de la plaza.

“Fue una especie de triunfo, de ganar el centro de la plaza, porque ahí estaban más visibles, que era el objetivo de ellas –relata Demetrio–. Esa decisión fue bastante resistida por organismos de derechos humanos preexistentes, como APDH, la Liga Argentinoa de Derechos Humanos, e incluso de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, que tenían cierto conocimiento de la situación política, y vieron que era algo totalmente peligroso y desaconsejable ir a la plaza y disputar con la dictadura un lugar público, entonces al principio ellos no fueron”.

En los primeros tiempos, entonces, eran solo las Madres. La respuesta de la dictadura (que hablaba de ellas como “las locas de la Plaza”) se concretó entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Tras la infiltración de Alfredo Astiz, desaparecen Azucena, Mary y Esther. Ahí, se produce otro gran debate entre ellas: si había sido una buena estrategia estar en la plaza durante meses porque evidentemente corrían peligro.

La posición que se termina imponiendo (y ahí resurge Hebe como referente y líder) es que evidentemente Azucena había tenido razón: debían ir a la plaza porque ahí era donde les molestaba su presencia, y por eso la dictadura había secuestrado a tres de ellas. Los militares creían que con esas desapariciones terminaban con el movimiento. Fue lo contrario. Se organizaron, surgieron nuevas referentas (María Adela Gard Pérez de Antokoletz​, María del Rosario Cerruti, Marta Vásquez, Nora Cortiñas), se institucionalizaron. En 1979, crearon la primera comisión directiva, con Hebe de presidenta.

Hebe de bonafini
Un día, Mirta se atrevió a responderle a un soldado que, como tantas otras veces, las instaba a irse de la plaza: “¿Qué se pensaban? ¿Qué nos iban a llevar a nuestros hijos y nosotras nos íbamos a quedar de brazos cruzados? Aquellos tienen muy poca inteligencia, deciles (apuntando con la cabeza a la Casa Rosada). No pensaron qué hacer con nosotras y ahora tienen un problema”.

El origen de los pañuelos
Último jueves de diciembre de 1978. Había pasado el Mundial que las ubicó en el conocimiento internacional cuando un equipo de televisión holandés cubrió por satélite la Marcha que hicieron el jueves de la inauguración de la Copa, en simultáneo con la ceremonia, en una plaza vacía.

Las Madres llevaban 20 meses en la plaza, ya habían sido entrevistadas por una reportera de la radio NBC de Estados Unidos, cuando vino una comitiva del secretario de Estado, Terence Todman, a reunirse con Videla. En octubre de 1977, habían publicado una solicitada en La Prensa firmada por 237 Madres y otros familiares de desaparecidos e incluso salieron al exterior, en octubre de 1978. Primero, unos días a Washington y de ahí una posibilidad de ver al Papa. Viajan a Roma, Juan Pablo II no las recibe, pero sí lo hace el presidente de Italia, Sandro Pertini.

“Fue un éxito político de las Madres, trasciende el viaje, la comunidad italiana acá es muy importante. El presidente de Italia manda telegrama a la dictadura exigiéndole respuesta por los desaparecidos y pidiéndole que cuide la integridad física de las Madres y que no les pase nada al regresar. Con ese éxito la dictadura empieza a tomar dimensión de los problemas que le estaba generando las Madres”, aporta Iramain.

¿Qué estrategia tomaron los militares? Vallar la plaza e impedir que puedan ingresar. Así fue todo 1979. A pesar de eso, las Madres se las ingeniaron para marchar en otras plazas de la ciudad, como las de Flores, Constitución o Plaza San Martín: el camino que habían decidido era estar en la calle denunciando con su cuerpo lo que estaba pasando. Como sea.

Hasta ese momento la mayoría usaba un clavo como distintivo, simbolizando el dolor por la desaparición de sus hijos y los clavos en la cruz. Pero cuando decidieron sumarse a la Peregrinación a Luján pensaron que necesitaban algo más visible. Empezaron con pañales blancos en representación de sus hijos, hasta que se convirtieron en pañuelos blancos.

Las marchas de la resistencia
Durante muchos años las Marchas de las Madres fueron en silencio. Iban de a dos, tomadas de la mano, desperdigadas por el perímetro que rodea a la Pirámide. Al principio no llevaban el nombre de sus hijos desaparecidos. Se empezaba a cantar después del discurso de Hebe en el monumento a Belgrano.

Pero desde hace unos 25 años, le sumaron marchar todas juntas llevando un cartel, cuya consigna va cambiando periódicamente. Y también le sumaron cánticos mientras se marcha. Lo que nunca se modificó fue el sentido de las caminatas: siempre en contra de las agujas del reloj. Se paran mirando hacia el Cabildo y ahí empiezan a dar la vuelta.

El 30 de abril de 1981 cumplieron el 4° aniversario con una ronda que congregó a 4000 personas, y que contó con el apoyo, por ejemplo, de los trabajadores de Mercedes Benz que a las 15.30 hicieron sonar las sirenas: “el silbido de las serenas marcó el comienzo de un paro de un minuto en solidaridad con el aniversario y en reclamo por la aparición de los dirigentes obreros secuestrados”, contó Ulises Gorini en su libro «La Rebelión de las Madres».

Frente a un clima de “diálogo político” que impulsaba la dictadura ese año, con apoyo de vastos sectores partidarios, del peronismo al radicalismo, las Madres encabezaron las Marchas de la Resistencia. La primera fue el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos y coincidente con la fecha en la que 4 años atrás secuestraron a Azucena. Así lo explicó Hebe: “nacieron en 1981 como demostración de enfrentamiento, no de 30 minutos por jueves, sino de 24 horas sin descanso, frente al poder asesino, frente los cómplices, frente a los traidores”.

El 20 de diciembre de 2001 cayó jueves. Ese miércoles previo, al ver que el Estado de Sitio estaba al caer, las Madres resuelven a las 5 de la tarde sacar comunciado convocando al pueblo a acompañarlas al día siguiente a las 12 del mediodía para entregar una carta en Casa de Gobierno dirigida a Fernando De La Rúa: le pedían que desprocesara a luchadores sociales, el no pago de deuda externa, la salida de la Corte Suprema, rebaja de dieta a legisladores y jueces, trabajo para todos.

El objetivo era estar desde temprano en la plaza, para garantizarse que a las 15.30 (el horario histórico de las rondas), las Madres pudieran marchar. En el medio el gobierno decretó Estado de Sitio. La gente salió a las calles, ahí mismo estuvo Hebe con otras Madres. Tras la represión y viendo que se llevaban manifestantes detenidos, resuelven adelantar lo de las 12 para las 11. Contaban con un megáfono nuevo que habían adquirido recientemente.

Pero a las 11.30 todo se precipita: la guardia de Infantería se les para delante, las Madres empiezan a gritar y reclamarles, y por detrás surge una fila de policías a caballo que empiezan a pegarles. Todo transmitido en vivo por televisión. “A partir de ahí la salida de la gente a la calle fue torrencial y no pararía”, rememora Demetrio. Las Madres terminaron en el hospital, De La Rúa se terminó yendo del gobierno.

La marcha en tiempos de Milei
El jueves de fines de febrero de este año se concretó la Marcha N° 2445 de las Madres, en la que mencionaron la criptoestafa de Milei (“tenemos un presidente estafador que lo único que le interesa es hacer guita fácil. Están tratando de generar escuela para hacer millones con un doble clic, de un minuto a otro. Ese es el plan que tiene en la cabeza”), la represión a jubilados y a integrantes de ATE, la transformación del Banco Nación en Sociedad Anónima.

Pero sobre todo destacaron la Marcha de la Resistencia, que se había vuelto a realizar días antes después de años: Iramain recordó que esta fue la primera Marcha de la nueva etapa, en la que ya no son las Madres quienes definen la organización y los contenidos, sino los trabajadores.

Demetrio fue de los primeros por fuera de las Madres a quien Hebe le permitió hablar en las Marchas. Se centró en un texto que él les había enviado y que ellas incluyeron en su periódico. Se tituló “Ellas dicen lo que piensa la gente”. Era octubre de 1998. Decía: “¿Quién va a ir a contradecir a una Madre de Plaza de Mayo cuando dice que la impunidad es ley no escrita en el país? ¿Para quién o quiénes es la libertad de este país?”.


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