Bs. As. (11-6-25): La frase de Enrique Petracchi resonaba hasta ayer en el cuarto piso del Palacio de Tribunales, donde atienden los ministros de la Corte Suprema: “Lo primero que hay que hacer acá es traicionar al que te trajo”. Con la violación de ese principio, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz acaban de darle la alegría más grande de los últimos años a Mauricio Macri, el presidente que tuvo la idea inicial de nombrarlos por decreto. Junto a él, festeja el viejo antikirchnerismo, un bloque de poder que viene de fracasar en el gobierno y lleva un año y medio a puro quejido por las formas con las que Javier Milei los desprecia.
Por Diego Genoud
Rosatti, Lorenzetti y Rosenkrantz cumplieron con una obsesión del establishment y cruzaron un umbral inédito para el juego democrático. El festejo de los residuos del macrismo, los dilemas del peronismo y la reacción social. La inestabilidad que espanta en Wall Street.
Los que durante los años del macrismo desataron un revanchismo inédito en la Argentina, con la doctrina Irurzun en la mano y un festival de las prisiones preventivas, se olvidaron de gobernar bien y se tuvieron que ir sin reelección. Pero acaban de lograr la victoria que los obsesionaba y los delata: lograr que Cristina Fernandez de Kirchner vaya a la cárcel y quede al margen del juego democrático. Descorcha la secta de Lago Escondido, que se ampara en una ley ejecutada a medida de sus pretensiones.
En línea con la máxima de Petrachi -un peronista que fue nombrado por Raúl Alfonsin y se mantuvo 21 años en la Corte-, Ricardo Lorenzetti sí puede sentirse orgulloso de haber traicionado a Néstor Kirchner, el presidente que lo designó. Pero el rafaelino sigue fiel a los intereses de la mafia judicial que orbita desde hace años alrededor suyo. Enmarcada en la batalla selectiva de los guardianes de la república contra la corrupción, la condena contra Cristina es la consagración de una larga escalada de la familia de Comodoro Py contra la dirigente más importante de las últimas dos décadas, dos veces presidenta, vicepresidente y además titular del Partido Justicialista. Impedirle ser candidata abre un escenario inédito en democracia, con una lógica que subordina la política a la persecución judicial. ¿La respuesta de la oposición se limita a lo que ordene la todavía jefa del PJ?
Para el ex convencional constituyente, ex ministro de Kirchner y ex intendente de Santa Fe, la situación es todavía más gráfica: un peronista que decidió quedar como cabeza de un poder que proscribe a la jefa del peronismo bajo acusaciones que en otro tiempo tuvieron como blanco a Juan Domingo Perón. Con juicio político incluido, la pésima e inviable relación que Cristina tuvo desde el inicio con el ex ministro de Justicia de su marido terminó en una encerrona para los dos: CFK en la cárcel y Rosatti al servicio del lawfare. Con su festejo desde Israel, Milei demuestra que no le disgusta la decisión de la Corte que no pudo reformar. Pero los riesgos para la gobernabilidad no son menores y hay que observar el comportamiento de los fondos de inversión del exterior a los que el gobierno les permite desde el lunes entrar y salir cuando quieran, en un intento desesperado de tomar nueva deuda y disimular el fraude a las metas del FMI. ¿La gobernabilidad está asegurada?
En el fallo de 27 páginas, Rosatti, Lorenzetti y Rosenkrantz consideran a CFK la jefa de una asociación ilícita en la causa por la obra pública en la provincia de Santa Cruz que inició Javier Iguacel como ministro de Macri. Así, tres jueces que libran entre ellos una enfrentamiento brutal desde hace 8 años se reconcilian y delatan hermanados: ejecutores de una sentencia que salda la guerra de poder y favorece a un bloque de componentes mafiosos, siempre en línea con las pretensiones del poder económico. Lo hacen en medio de un ajuste inédito sobre los ingresos de la población, cuando un gobierno de extrema derecha gobierna a través de una megadecreto que le permita dar vuelta como una media la Constitución que tanto defienden los supremos. Todo liderado por presidente que, en una verdadera venganza de clase, reedita las escenas de endeudamiento y represión sin obstáculos institucionales por parte del poder judicial.
La imparcialidad que la Corte esgrime es muy particular. Se trata de la misma Corte que hace apenas seis meses benefició a Macri cuando remitió la causa Correo al Tribunal Superior de Justicia de la ciudad, donde reinan los amigos del ex presidente, entre ellos Ines Weinberg de Roca, la frustrada candidata amarilla a la Procuración.
La Corte de tres miembros, una anomalía que la dirigencia política no pudo saldar ni antes ni después de Milei, exhibe la asimetría fenomenal que la separa de los inquilinos del poder que se creen dueños. El ex economista de Eduardo Eurnekian tal vez deba tenerlo presente en algún momento.
Las irregularidades que se convalidaron no son pocas. Entre tantas, haberle permitido a Lorenzetti que él mismo rechace la impugnación en su contra que le hizo la defensa de la ex presidenta.
A partir de ahora, Argentina queda emparentada con el Brasil que llevó a Lula Da Silva a la cárcel por orden de un juez que terminó como ministro de Bolsonaro. Es lo que demandaban desde la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Asociación Empresaria Argentina. No parece casual que el fallo de los supremos llegue apenas unas semanas después de la muerte del Papa Francisco, el dique de contención que incidía sobre el partido judicial.
Se abre un escenario de incertidumbre en el que van a chocar las fuerzas que pretenden apurar un nuevo reparto de poder -con un candidato del peronismo a medida del establishment- y el intento del cristinismo de preservar la centralidad de su jefa a partir de su carácter de proscripta. Un dilema para los sectores de la dirigencia y la militancia que se fueron alejando de Cristina por diferencias políticas y deberán encontrar una nueva forma de relacionarse con ella. Fuera del patio chico del viejo kirchnerismo, el peronismo no kirchnerista y la clase política tienen en teoría un debate que se saldó hace tiempo, cuando la mayoría de sus exponentes se volcaron como apéndices de las demandas de los dueños.
En medio de la fiesta de los guardianes de la república y el cinismo de los ganadores, resuena la historia de persecución que sufrió el peronismo a lo largo de su historia. Bajo el imperio de las formas y los criterios del antikirchnerismo penal, la Corte cruza un umbral y se define como nunca. Es aplaudida en los estudios de televisión de los grandes medios y rechazada en las plazas que todavía congregan al peronismo de Cristina. El triunvirato se aferra a “la profusa prueba producida” en las entrañas de Comodoro Py. Pero también queda emparentado con una historia que se remonta casi un siglo en el tiempo. Como recordaba ayer un experimentado hombre del PJ judicial que se alejó de la primera línea del fuego. Empieza con la acordada del 10 de septiembre de 1930, cuando la Corte Suprema declaró válido al golpe de Estado contra Hipolito Yrigoyen y abrió a un larguísimo período de inestabilidad y dictaduras.
Miércoles, 11 de junio de 2025