Corrientes (24-12-25): El presidente Javier Milei decidió regalar a su gabinete el libro "Defendiendo lo indefendible", de Walter Block, referente de una vertiente extrema de la Escuela Austríaca. El gesto no es inocente ni anecdótico: expresa una concepción del Estado, de la sociedad y de la moral pública.
*Por Noel Eugenio Breard - Senador Provincial UCR
El presidente Javier Milei decidió regalar a su gabinete el libro "Defendiendo lo indefendible", de Walter Block, referente de una vertiente extrema de la Escuela Austríaca. El gesto no es inocente ni anecdótico: expresa una concepción del Estado, de la sociedad y de la moral pública.
La tesis central de Block es clara y brutal: todo acto es moralmente aceptable si no viola formalmente los derechos de propiedad, aun cuando produzca daño social, explotación o degradación humana. La economía queda así desmoralizada: el individuo maximiza su ganancia sin límites y el mercado se convierte en un espacio donde “vale todo”, como en una jaula de UFC sin reglas.
Desde esa lógica, el usurero es reivindicado, el especulador es convertido en héroe y el consentimiento formal alcanza para legitimar cualquier contrato, incluso aquellos que anulan la dignidad humana. No se trata de una provocación aislada, sino de una ideología individualista extrema que disuelve toda noción de responsabilidad social.
Por contraste, El mercader de Venecia de William Shakespeare ilumina con precisión el problema. El célebre contrato entre Shylock y Antonio —un préstamo garantizado con una libra de carne— es voluntario, consentido y legal. Cumple todas las condiciones formales. Y, sin embargo, es moralmente inaceptable. Shakespeare muestra el límite: no todo lo legal es justo, no todo lo consentido es humano. Ese es el punto que el libertarismo extremo se niega a ver.
La Argentina conoce bien las consecuencias de la confusión moral. El tango Cambalache lo dijo hace casi un siglo: “Es lo mismo un ladrón que un gran señor”. Hoy se nos propone algo similar: es lo mismo un burro que un gran profesor, lo mismo el abuso que el mérito, lo mismo la especulación que el trabajo. Todo da igual si el contrato está firmado.
Joan Manuel Serrat, en Algo personal, va todavía más lejos: denuncia a los cínicos con poder, a los que se esconden detrás de cargos, teorías o ideologías. No es una crítica abstracta: es ética y política. Por eso el problema es personal. No hay neutralidad posible.
Creo en la persona humana viviendo en sociedad, creo que no hay derechos absolutos, que la propiedad privada tiene una hipoteca social, como enseñó Juan Pablo II, y que el bien común no es una consigna vacía. Lo verdaderamente grave es que un presidente constitucional promueva y distribuya, desde el poder, valores anticristianos y antihumanistas que convierten al hombre en lobo del hombre.
Como dice Serrat..."con esos tipos el problema es personal".
Miércoles, 24 de diciembre de 2025