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Interés General
La diversidad sexual ingresó al poder
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Lunes, 9 de febrero de 2009

Islandia, país extraño, lejano e inalcanzable. Rodeado de leyendas vikingas, de glaciares y lagos, y poblado por personas con nombres, para nosotros impronunciables.

Pero en estos días a la isla —a la que muchos catalogan como el mejor lugar del mundo para vivir — la crisis globalizada la golpeó. Como en otros países cayó el gobierno y asumió en estos días Jóhanna Sigurdardóttir de larga militancia social y política. Con una particularidad —que no agrega ni quita nada a sus años de experiencia como representante del pueblo— está casada con otra mujer, y admite sin escarceos su condición de homosexual.

Sin embargo, el dato llenó las páginas de los diarios del mundo y la polémica se puso en el centro de la mesa. Hay un juego entre periodistas y estudiantes a la hora de analizar títulos a ver si efectivamente lo que señala el titular expresa de modo fiel a la noticia. La práctica intenta afinar el lenguaje de manera tal que unos pocos vocablos informen al lector.

Ahora bien, la noticia de la asunción de la dirigente socialdemócrata obedece exclusivamente a la crisis financiera y a la política que ella intentará llevar adelante fundamentalmente al ingresar en la Unión Europea, la consensuada "inyección" de dinero al vapuleado sistema bancario y también intentar que los islandeses vuelvan a creer en su gobierno.

Sin embargo, la prensa mundial y en consecuencia muchos sectores sociales de diversas latitudes debaten hoy sobre la vida privada de esta lesbiana casada con otra mujer. En principio, a los islandeses parece ser que los secretos de la cama de la dama no les incumbe en absoluto.

Sería bueno preguntar si Rosario u otra ciudad argentina aceptaría un líder político que sin dificultades dijera sus preferencia sexuales. Por lo menos hasta ahora no han habido "confesiones" de ese tipo.

Es verdad también que en la ciudad hay políticas en contra de la discriminación, y más aún en la legislatura santafesina va y viene un proyecto para legalizar las uniones de personas de un mismo sexo. Pero de ahí a que la cosa no se transforme en un tema de debate nuestra ciudad parece estar lejos de Islandia.

Precisamente, en 1980, ese pequeño país de tan sólo 313.376 habitantes también asombró al mundo cuando asumió la primera mujer al cargo de presidente por el voto popular. Antes de eso, Indira Ghandi también tuvo en sus manos las riendas de la India pero como elegida de una coalisión.

Jóhanna Sigurdardóttir, que no oculta su orientación sexual y que ocupa el más alto cargo de su país, sería impensable en otras latitudes del planeta. De hecho, no fueron pocos los medios que mostraron bastante intolerancia, ya haciendo eje casi exclusivamente en su condición sexual o en los cambios personales de la primera ministra.

Pero los islandeses dejaron en claro que a la hora de apoyar —o no— a un político están motivados por cuestiones meramente profesionales y no personales. Es decir evalúan sus trayectorias y su hacer como dirigente o representante del pueblo.

Un poco de historia

La flamante primera ministra islandesa nació en 1942 y es una de las figuras más populares de su país. Este comentario fue escrito la semana pasada en la Gazeta de Wybocza (Polonia) y en la mayoría de los diarios europeos y algunos latinoamericanos.

Sus acciones más admiradas son sus trabajos sociales en favor de los discapacitados motores y mentales; además del bienestar de los adultos mayores. El promedio de edad de los islandeses (el más alto del mundo) llega a más de 82 años para ambos sexos.

Accedió al parlamento islandés en 1978 por primera vez después de una larga trayectoria como azafata, trabajo en el que desarrolló una sólida carrera sindical que la llevó incluso a comandar a los trabajadores de cabina, sitio casi habitado exclusivamente por hombres.

Desde ese año fue reelecta parlamentaria ocho veces, batiendo los récords de su propio país, afianzándose en las alianzas con los diversos bloques políticos del país. Ahora está apoyada por el Partido Verde y el socialdemócrata.

Fue en 2002 que se casó con la dramaturga Jónna Leósdottir, luego de un largo matrimonio con un banquero islandés con quien tuvo dos hijos, adultos ahora. Pero estas formas familiares, al parecer, no son extrañas en Islandia ya que ostentan el mayor índice de divorcios, con gran cantidad de hijos a los que todos (padres en primer lugar y familia en particular), cuidan y miman como una aldea.

Un país feliz

Según un extenso reportaje realizado por el diario El País (España), los islandeses se consideran los ciudadanos más felices del planeta. El texto del periódico no sólo toma como índices los ingresos de los isleños, sino también su tiempo libre, los beneficios para estudiar, tener hijos, y el acceso a los bienes comunes de una sociedad.

Es que el ingreso bruto per cápita es alto; las mujeres procrean jóvenes y son multíparas; y los divorcios, casamientos, cambios sexuales y las libertades individuales ya son parte de la cultura islandesa. Es que en 1940 el país abolió todas las leyes que fueran discriminatorias en general y con la diversidad sexual en particular.

"La insistencia en la condición de lesbiana de la nueva primera ministra se forja en la prensa y en los valores de culturas que mantienen una corriente subterránea de homofobia. Quizá que ya baste de etiquetar a políticos, artistas o funcionarios por la manera en la que han decidido a amar", valorizó Joan Barril, del periódico de Catalunya. De esta forma la política de un país minúsculo se globalizó a partir del debate.
Autor: Isolda Baraldi


Lunes, 9 de febrero de 2009

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